Soy Silvia Flórez fundadora y presidente de la Fundación Vipeika y esta es mi historia.
Yo nací en 1963 en una familia de clase media, con unos padres que nos dieron a mi hermana y a mí sobre todo mucho cariño y valores muy profundos. Los valores más importante que nos inculcaron fué el Compromiso Personal y el sentido de la Justicia.
En Mayo del 2007 leí en unos resultados médicos que tenía un cáncer de mama, tenía 44 años y mi madre había muerto con 54 años también de cáncer en solo 5 meses, durante el trayecto desde la clínica a mi casa en el coche pensé que si me tenía que morir en ese momento y hacía un recuento de mi vida, había sido una persona muy afortunada, siempre había tenido una nevera con alimentos para comer, una casa donde protegerme, había nacido en una buena familia y vivía en un país donde esa enfermedad se podía tratar, la vida había sido muy generosa conmigo, y yo no había sido igual de generosa con ella, podía haberme implicado más en ayudar a los demás… y nació en mí la necesidad de devolver a la vida un poquito de todo lo que ella me había dado a mí hasta entonces.
Una vez que supere todas las cirugías y tratamientos decidí empezar esa tarea que desde ese momento iba a ser mi Propósito de vida , por azar viajé a una zona del norte de Kenia de nombre Turkana, una de las zonas de más hambruna del mundo, y con 45 años ví lo más tremendo que nunca había visto ni siquiera en documentales de la TV, me dio tanta vergüenza lo que allí ví y la forma en la que vivían los seres humanos, que desde entonces mi vida personal se centra en ayudar a personas que viven en zonas de extrema pobreza en el mundo.
En 2011 constituí la Fundación Vipeika, el proyecto más bonito, importante, desinteresado y ambicioso de mi vida, la razón por la que sigo viviendo y la medicina que me ha ayudado a llegar hasta aquí después de pasar por una grave enfermedad.
Un misionero que vivía en la zona me contó que «cuando un niño no recibe alimentos entre los 2 y los 7 años son generaciones perdidas, «sufre consecuencias físicas e intelectuales irreversibles», esta es la frase más tremenda que había oído hasta entonces y me impactó profundamente, así que decidí hablar con empresas y particulares para que me ayudaran a que no se apagaran esas sonrisas y las mentes de esos niños pudieran conocer y entender lo bonita que es la vida.
Muchas empresas y personas me han ayudado y ayudan a cumplir ese gran sueño y a cumplir hasta ahora mi propósito de vida y les doy las gracias por ello, por caminar a mi lado y por hacer un mundo más justo entre todos. También le agradezco a los misioneros que me ayudan desde Kenya, a mi familia su apoyo constante y a los patronos de la Fundación su apoyo, colaboración e implicación
Con los niños/as de Sonrisas Reunidas nursery en Kapese- Turkana