Cuando estuve en Turkana la primera vez y ya de vuelta a coger la avioneta que nos llevaba a Nairobi, ibamos en el jeep de los misioneros y un niño que vive en la misión y que viajaba con nosotros enlazo su mano con la mía y así fuimos durante más de dos horas, si necesitaba soltarse volvía de nuevo a enlazar las manos.
Para mi es la foto más bonita de las que tomé de Turkana, porque no es la foto de un paisaje , de un niño o de una casa, es la foto de un sentimiento.
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