Kenya se gloría de conservar la tumba del fundador del movimiento, aunque él fuera de origen canadiense. Como no quiere ser menos que ningún otro país, también tiene grupos de Boy Scouts y Girls Guides, ya sea en los centros urbanos como en la áreas rurales. De cualquier modo, no son muchos esos grupos y sólo hacen noticia en el aniversario del fallecimiento de Powel cada año, entonces un buen número de scouts se congregan alrededor de Nyeri, a las faldas del Monte Kenya, al lado de mausoleo de Powel. En ese día es de rigor que aparezcan en la primera página de los periódicos del país, es un rito casi religioso, pero por el resto del año nadie les hace caso.
Otros habrán oido de los “scouts” indios utilizados por el ejército americano para seguir huellas de forajidos, o para encontrar nuevos pasos y rutas en terrenos inexplorados, y es que en ingles, “scout” es también un verbo que significa “explorar” y ya se utilizaba para describir tal actividad antes de que se convirtiera en oficio.
Ahora bien, lo que poca gente sabe es que en Kenya también hay “scout escolares” (no se si en otros países de la “commonwealth” también están presentes), grupos de alumnos que cada esuela de primaria tiene como obligación con la sola función de izar la banadera nacional. Las escuelas pudientes los equipan de uniforme especial completo, incluyendo su gorra y pañoleta. Las más comunes se contentan con tener el uniforme escolar bien limpio y atarse al cuello algún pañuelo de color que haga de pañoletas.
Aunque la gran mayoría de escuelas tan solo les dan un lugar de preferencia en la marcha rutinaria de todos los viernes en la ceremonia de izar la bandera y de entonar el himno nacional.
Eso es lo que pasa con los scouts en muchas partes del mundo y en Kenya. Sin embargo el grupo de scouts de la escuela primaria de Lengorok tuvo un trabajo mucho más difícil que el de marchar con solemnidad marcando el paso:
izquierda-derecha-izquierda, caaambio! Y después izar la bandera, toda ella bien rebozada para que luego se desenlace y ondee al viento al tiempo que entonan el himno nacional. Los scouts de Lengorok tuvieron que acarrear cuarenta láminas de cinc montaña abajo desde Porompur. Esta es la historia de lo que paso.
Hace dos años un policía Pokot que ha llegado al grado de teniente tuvo la brillante idea de construir una escuela en el monte Lorosuk, donde se encuentra Porompur la aldea donde el nació. El hizo todos sus estudios en internados, pues esa era la única manera en que el podía estudiar. Ya era un milagro que su padre le hubiese consentido ir a la escuela ya que era un zagal muy espabilado, sabía cuidar bien de las cabras, y ni siquiera los camellos se le perdían en el bosque. Otro hermano más joven le reemplazaría con el ganado, no en vano su padre tenía otros dieciocho hijos e hijas fruto de sus cuatro esposas. En verdad empezó sus estudios cuando ya tenía doce años, se aplicó todo lo que pudo y consiguió terminar sus estudios de enseñanza básica, primaria, cuando ya tenía veinte años. Para disimular, cuando se inscribió para el examen del Kenya Certificate de Primary Education escribió que tenía dieciséis, después de todo su crecimiento había sido lento y no aparentaba los veinte, además ni siquiera su propia madre sabía exactamente en qué día, mes o año había nacido. Como todos los demás estudiantes, solo tenía que escribir el año aproximado de su nacimiento.
El muchacho estudio bien, pasó bien su examen, luego fue a estudiar secundaria, pero tuvo muchos problemas con el pago de sus matrículas. Su padre pensó que ya había estudiado suficiente y no quería pagar. Así que el muchacho se vio obligado a inscribirse en el cuerpo de policía nacional.
Como había crecido con un cuerpo esbelto y fuerte calificó a la primera, así que ingresó y una vez en la policía terminó sus estudios secundarios y su especialización.
Los años pasaron y durante todo aquel tiempo siempre soñó en poder procurar a los niños y niñas de su aldea una escuela donde pudiesen aprender a leer y a escribir sin necesidad de ir a internados, de modo que permaneciesen cerca de sus padres, de sus cabras, vacas y camellos y de sus campos, para que pudieran gustar el maíz fresco tostado en cuanto hubiese madurado. De ese modo no sentirían la nostalgia que él había sufrido cuando estudió lejos de sus montes.
Construir una escuela en Porompur no era tarea fácil. Quería que fuese de ladrillos y cemento, él conseguiría pagarlo todo poco a poco. Creyó que el carretil abierto por el CDF (Constituency Development Fund) haría posible el transporte del material montaña arriba con tractores. Cual fue su sorpresa cuando al ir a ver el carretil, se encontró que sólo habían desbrozado un kilómetro y medio de los siete que tendrían que abrir, y eso era en la parte baja del monte, que era la más fácil. El proyecto había gastado medio millón de chelines, y nadie sabía cómo se había gastado tanto dinero para tan poca distancia. Como buen policía investigó y encontró que el comité se había puesto erarios altos para sacar más provecho, que habían comprado una moto sierra para talar árboles y hacer tablones a constructores del valle abajo, con la excusa que lo habían hecho para el techo de aquella escuela que él pensaba construir. El llegó a ver las tablas con desánimo, y después de seis meses ya no estaban allí.
Fue así como llegó a la conclusión que todavía no podría construir su escuela de ladrillos, así que rebajó sus expectativas y se conformó con ofrecer a su aldea una escuela de dos aulas y dos casitas para maestros levantadas con postes, mimbres en las paredes que se rebozarían de barro, y techos con láminas de cinc; de ese modo la lluvia no molestaría a los alumnos y la gente local podría construir con medios disponibles. Todos estuvieron de acuerdo, y de hecho se apresuraron en subir montaña arriba las cuarenta y cinco láminas que se iban a necesitar y los veinte kilos de clavos y puntas.
Pasó un año y el teniente de policía volvió a su puebla para ver como marchaba su escuelita. Subió a la montaña y se encontró con la sorpresa que el carpintero que había contratado sí había levantado la estructura de las aulas, pero nunca había puesto el techo de láminas de cinc porque él le había indicado que sólo lo hiciera una vez que la gene hubiera clavado las mimbres de las paredes. Estaba claro que sus paisanos todavía tenían la mentalidad de su propio padre y que nunca empezarían su soñada escuela. Así que bajo a la escuela de Lengorok, al fondo del valle, y acordó con el director de la escuela que recogiese las láminas de cinc y que las utilizase para un par de dormitorios en su propia escuela.
Fue así como al día siguiente él mismo acompañó a los boy scouts de la escuela montaña arriba para recoger las cuarenta y cinco láminas de cinc y que las transportaran montaña abajo. Los scouts no hicieron la marcha militar aquel fin de semana, les tocó hacer una marcha forzada de cinco horas, que cumplieron con gusto porque así conseguían mejorar las instalaciones donde dormían en su escuela de Lengorok, porque hasta entonces las aulas donde impartían lecciones de día, eran las mismas que servían de dormitorio durante la noche. Allí extendían algunas esteras y algunos sacos para dormir sobre el suelo de cemento, con la comodidad similar a la de sus propias cabañas en sus aldeas. Desde entonces en adelante tendrían su propio dormitorio y no tendrían que apartar sus maletas todas las tardes y todas las mañanas.
El policía regresó a su trabajo frustrado y a su vez satisfecho porque el gasto inicial que había hecho para su escuela iba a servir muchachos y muchachas que al igual que él estudiarían en internado, pero en uno cercano a sus propias aldeas, de modo que al menos los fines de semana pudieran visitar a tus familias, saludar a sus cabritas favoritas, y degustar las primeras mazorcas de maíz.
Tomas Herreros Baroja
Misionero Comboniano